lunes, 1 de enero de 2024

Región de Estabilidad macroeconómica

Actualmente el mundo está flotando sobre un gigantesco mar de deuda y lo más preocupante es que parece no tener un rumbo cierto. La deuda pública generada por una política fiscal y monetaria expansiva tras la Gran Recesión de la década pasada, está generando desequilibrios que van a poner en riesgo la estabilidad macroeconómica mundial. Evidentemente algunos países están más expuestos a los peligros que conlleva una gestión fiscal poco rigurosa. Y el problema es que sus ciudadanos desconocen el impacto futuro sobre su propio bienestar que tiene el uso inadecuado de la política fiscal y monetaria por parte de los gestores políticos de sus países. En el gráfico anterior se puede ver la evolución que ha tenido la deuda pública mundial desde finales del siglo XIX. Las líneas discontinuas marcan el rango en el que se mueven los endeudamientos públicos sobre PIB. Como se puede observar, el nivel alcanzado sobrepasa momentos históricos de gran inestabilidad económica como fue el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales.


El sentido común dicta que las combinaciones de políticas fiscales y monetarias deberían mantenerse dentro de unos límites sostenibles en el largo plazo. De esta manera se consigue una estabilidad macroeconómica y financiera que genera confianza en los agentes económicos y estimula el crecimiento equilibrado de la economía y de la sociedad. En el último informe anual del BIS, a este conjunto teórico de configuraciones de política fiscal y monetaria saludables le llama Región de Estabilidad. Ese espacio de posibilidades para combinar ambas políticas puede variar de tamaño, forma o posición, dependiendo de múltiples factores estructurales, exógenos o de otro tipo de políticas no monetarias ni fiscales. Por tanto, dentro de esta región las tensiones entre políticas fiscales y monetarias pueden gestionarse adecuadamente y seguir siendo manejables en situaciones económicas difíciles. Conseguir este equilibrio no es fácil y no existe un conjunto concreto de variables o parámetros que puedan delimitar el espacio disponible para ambas políticas. A todo ello hay que añadir la contaminación electoral e ideológica de los actores políticos de cada país para conseguir objetivos que nada tienen que ver con el bienestar de sus ciudadanos.


Como sabemos, la política monetaria depende de los bancos centrales de cada región económica, mientras que la política fiscal depende de los gobiernos de dichas regiones. En el caso específico de España, nuestro país no dispone de política monetaria autónoma al haber adoptado el Euro como moneda del país, y por tanto depende de una institución supranacional que toma decisiones más globales y no tanto en función de su ciclo económico o financiero. En materia fiscal, dispone de más autonomía aunque también hay reglas fiscales que tiene que cumplir al igual que el resto países pertenecientes a la Unión Europea.  En el gráfico anterior se puede ver los déficits mundiales desde una perspectiva histórica amplia. Al igual que en el primer gráfico, las líneas de puntos representa el rango en el que se mueven los déficits públicos de los países incluidos en la muestra. En el caso de España, tanto el déficit como la deuda pública están en los extremos que presentan mayor desequilibrio financiero. Si a las restricciones monetarias y fiscales que impone Europa, le añadimos el mayor desequilibrio fiscal de sus cuentas publicas, la Región de Estabilidad se reduce de forma significativa y se desplaza hacia combinaciones más restrictivas. 


En materia monetaria tampoco el panorama tampoco deja mucho margen a políticas más expansivas. Los tipos de interés reales en la actualidad presentan niveles parecidos a situaciones económicas difíciles como las Guerras Mundiales o la recesión de mediados de la década de 1970, en la que se produjo un fenómeno de deflación (alto desempleo junto con alta inflación). En estos momentos la inflación generada por los conflictos geopolíticos parece que se está debilitando y por ahora no existen tensiones inflacionistas significativas de segunda vuelta. Esto amplía un poco las posibilidades monetarias para evitar una recesión económica más profunda. Justo lo contrario de lo que sucede en el ámbito fiscal, el cuál ha llegado a una situación límite en muchos países desarrollados, entre ellos España. Es importante tener en cuenta que en materia fiscal y monetaria se produce una dinámica de rendimientos decrecientes, o sea que cuanto mayor ha sido la acumulación de estímulos fiscales o monetarios realizados, mayor es el esfuerzo futuro necesario para conseguir acelerar la economía. Por tanto, las combinaciones de políticas posibles dentro de la Región de Estabilidad macroeconómica y financiera también se reduce lentamente con el tiempo. 


Antes hemos citado la enorme expansión monetaria que produjo la Gran Recesión de la década pasada - también llamada Gran Crisis Financiera (GCF) -, y que podemos observar en el gráfico anterior. El balance de los bancos centrales presentan niveles máximos históricos, y por tanto es prácticamente imposible continuar aumentando sus existencias de deuda pública soberana. De hecho el intento por normalizar la situación se vio truncado por la pandemia, y las perspectivas económicas actuales complica la normalización del balance de los bancos centrales. Un ejemplo de la excepcional dinámica monetaria producida se puede ver en el volumen de activos de deuda pública española que tiene el Sistema Europeo de Banco Centrales (SEBC). Según los datos de tenedores de deuda que proporciona el Tesoro Público de España, la deuda en manos del Eurosistema era de 9.061 millones de euros en 2007 (3,08% sobre el total), mientras que en la actualidad el volumen asciende a 408.758 millones de euros (31,02 % sobre el total).  Si tenemos en cuenta que el pico de deuda pública en poder del Eurosistema se produjo en septiembre de 2022 (416.777 millones de euros), y un año después el volumen de deuda sólo se ha reducido en 8.019 millones de euros (-1,92%), el ritmo de normalización parece bastante lento, y probablemente continúe así viendo el panorama que se presenta.

En conclusión, la compleja situación mundial que presenta la coyuntura fiscal y monetaria no parece que esté ampliando o desplazando la Región de Estabilidad hacia un escenario futuro de mayor disponibilidad de políticas públicas para conseguir un equilibrio macroeconómico y financiero. Más bien todo lo contrario. El caso de España debería ser más preocupante de lo que se percibe actualmente sus ciudadanos, teniendo en cuenta que el rango en el que se mueve el volumen de deuda pública y déficit fiscal está comparativamente en niveles máximos mundiales. A esto hay que añadir la excepcional dimensión del volumen de deuda soberana nacional que posee el Eurosistema en su balance. Si sumamos al saldo anterior, el importe de deuda pública española en manos de no residentes - 536.080 millones de euros  / 40,69% del total -, podemos hacernos una idea de la enorme vulnerabilidad en la que parece flotar las finanzas públicas del país. 

Lo paradójico es que la realidad descrita parece no estar influenciando la toma de decisiones de los gestores públicos, y por tanto el objetivo está lejos de mantener la estabilidad macroeconómica y financiera en el medio y largo plazo.  Actualmente se está apostando todo a la esperanza de que la inflación se mantendrá estable, los conflictos geopolíticos no vuelvan a generar tensiones en la oferta, y no se van a producir eventos similares a un confinamiento general por razones sanitarias. La prudencia indica que se deberían tomar medidas de consolidación presupuestaria y crecimiento real de la economía por si ese escenario no se produce. Pero esto supondría un coste electoral y por tanto se está haciendo todo lo contrario. Los ciudadanos no están siendo debidamente informados de la situación macroeconómica real y desconocen que tarde o temprano habrá que tomar medidas difícilmente aceptables por la sociedad. Mientras tanto el planteamiento es proponer promesas arriesgadamente optimistas que muy probablemente tendrán que cumplir los próximos gestores públicos que lleguen. El problema será que la Región de Estabilidad de políticas fiscales y monetarias estará reducida significativamente y desplazada hacia un sesgo restrictivo. Y eso será mucho más difícil de explicar a la sociedad porque seguramente se produzca en un momento de desaceleración,  o peor aún, de recesión económica. En fin, lo catalogarán como un nuevo Cisne Negro......